El Gran Telescopio CANARIAS (GTC) ha entregado sus primeros datos científicos a una media docena de programas de observación, con propuestas que van desde el estudio de planetas más allá del Sistema Solar hasta la búsqueda de galaxias primigenias. El uso del telescopio por parte de la comunidad astronómica comenzó en marzo de 2009, y será el próximo 24 de julio cuando tenga lugar su inauguración oficial por parte de SS.MM. los Reyes de España.
Imagen de M51, más conocida como la Galaxia Remolino. Localizada a 23 millones de años luz de distancia de la Tierra, esta magnífica espiral se observó utilizando el instrumento OSIRIS en el telescopio con un tiempo de exposición de dos minutos. Para llegar a la misma profundidad, un telescopio de un metro de diámetro necesitaría un tiempo de exposición de aproximadamente cuatro horas.
Tratamiento de la imagen: Daniel López (IAC).
Los primeros investigadores en recibir datos del telescopio han sido Pilar Ruiz, de la Universidad de Barcelona; Alberto Javier Castro-Tirado, del Instituto de Astrofísica de Andalucía; Víctor Béjar, del Instituto de Astrofísica de Canarias; Miguel Chávez, del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica de México, y Eric Ford, de la Universidad de Florida.
Entre las primeras observaciones del GTC hay para casi todos los gustos. Uno de los programas de observación es el de Víctor Béjar, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias. “Con el GTC esperamos tener pistas de cómo nacen las enanas marrones y, en general, sobre cuáles son los procesos de formación de las estrellas”. Su proyecto dirigió el telescopio hacia una región muy joven de la constelación de Escorpio, situada a 472 años luz de distancia de la Tierra, a la búsqueda de enanas tipo T cuyo espectro contuviera rasgos de metano. “Estos objetos son muy fríos y muy débiles en el rango óptico, y por ello necesitábamos un telescopio de gran tamaño como el GTC”, explica Béjar.
A la espera de analizar los datos obtenidos, la intención de los investigadores es ampliar los estudios existentes en esta región hacia objetos aislados con temperaturas que no superen los 1.225 grados centígrados y cuya masa sea inferior a diez masas de Júpiter.
El estudio de planetas extrasolares a través de la observación de tránsitos ha sido también muy demandado por los científicos. Astrónomos de la Universidad de Florida (EE.UU.), liderados por el investigador Eric Ford, han empezado a analizar los primeros datos de HAT-P-3, una estrella joven de la Osa Mayor rica en metales. Esta estrella es la ‘anfitriona’ de un planeta del tamaño de Júpiter que pasa por delante de ella cada tres días. “Queríamos aplicar las capacidades únicas del GTC y de su instrumento OSIRIS para hacer observaciones de muy alta precisión”, indica Ford.
Estas observaciones serán utilizadas para perfeccionar futuros estudios de “súper Tierras” con superficies rocosas semejantes a las de nuestro planeta. Durante la última década, los astrónomos han descubierto más de 50 planetas estudiando la luz que bloquean, vistos desde la Tierra, al pasar delante de su estrella anfitriona. Este método permite descifrar algunas propiedades físicas del planeta, como su tamaño, densidad, estructura, la composición de su atmósfera o incluso su clima.
Por su parte, un equipo del Instituto de Astrofísica de Andalucía intenta encontrar el origen de un estallido de rayos gamma que, durante apenas minuto y medio, eclipsó todos los objetos del Universo visibles en esa longitud de onda. El intensísimo fogonazo se produjo el pasado 4 de abril y ahora, gracias al Gran Telescopio CANARIAS, los astrofísicos pretenden localizar la lejana galaxia en la que tuvo lugar. “Ahora que sabemos dónde mirar en un punto del cielo bien localizado, el GTC nos permite obtener imágenes muy profundas para atisbar esa galaxia, cuya lejanía hace casi imposible su observación”, destaca el investigador principal del proyecto, Alberto Javier Castro-Tirado.
Los estallidos de rayos gamma son los fenómenos más luminosos y energéticos que se conocen. La explosión, detectada entonces por el telescopio espacial Swift, duró alrededor de 80 segundos y no se pudo captar desde tierra ningún vestigio óptico o infrarrojo del violento fenómeno, tan sólo se detectó su rastro en ondas de radio. Objeto de especulación desde hace más de tres décadas, los estallidos de rayos gamma son potentes destellos que aparecen en el cielo sin seguir un patrón concreto y con cuya comprensión se espera contribuir al desarrollo de los modelos cosmológicos actuales.
La lucha por el tiempo y el reto de optimizar el GTC
En la pugna por las primeras 472 horas de observación con el telescopio, la concurrencia ha sido bastante alta. La competitividad es grande y el tiempo, limitado. De media, sólo una de cada cuatro horas de observación solicitadas ha podido ser concedida.
Actualmente, el telescopio opera en modo de “observación por colas”, de manera que el equipo de astrónomos del GTC hace las observaciones cuando se cumplen las condiciones que requiere el equipo investigador y las envía a los científicos a medida que se completan. La mitad del tiempo se dedica a ajustar y mejorar el funcionamiento del telescopio y de su primer instrumento, OSIRIS, mientras que el resto se destina a la observación astronómica.
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