"El Cosmos está constituido por todo lo que es, lo que ha sido o lo que será" Carl Sagan

07 diciembre 2007

Alienígenas separados

 Durante años los científicos han luchado contra un hecho desconcertante: El universo parece ser notablemente adecuado para la vida. Sus propiedades físicas están ajustadas con precisión para permitir nuestra existencia. Estrellas, planetas y el tipo de química de uniones que producen los peces, los helechos y las personas no sería posible si algunas de estas constantes cósmicas fuese sólo ligeramente distinta.

Bueno, existe otra propiedad en el universo que es igualmente notable: Está configurado de una forma que mantiene a cada uno aislado.

Aprendimos esto hace relativamente poco. El gran descubrimiento tuvo lugar en 1838, cuando Friedrich Bessel derrotó a sus compañeros de observación telescópica en ser el primero en medir la distancia a otra estrella que no fuese el Sol. 61 Cygni, una estrella binario de nuestro propio patio de atrás, resultó estar a unos 11 años luz de distancia. Para aquellos que, como Billy Joel, le tienen cariño a los modelos, pensaron de esta forma: Si encoges al Sol hasta que sea como una pelota de ping-pong y la colocas en el Central Park de Nueva York, 61 Cygni sería una pelota ligeramente menor cerca de Denver.

Las distancias entre estrellas adyacentes se miden en decenas de billones de kilómetros. Las distancias entre civilizaciones adyacentes, incluso suponiendo que existan gran cantidad de ellas, se miden en miles de billones de kilómetros – cientos de años luz, por usar una unidad más manejable. Nota que este número no cambia mucho sea cual sea el número de planetas que creas que están repletos de habitantes – la separación es prácticamente la misma si crees que hay diez mil sociedades galácticas o un millón.

Las distancias interestelares son grandes. Teniendo que la física del universo hubiese sido diferente – si la constante gravitatoria fuese menor – tal vez los soles habrían se habrían rociado de forma mucho más cercana, y los viajes a nuestros vecinos estelares habrían sido de no más de un paseo en cohete, del tipo de un viaje a Sydney. Como es en realidad, no importa cual sea tu nivel tecnológico, el viaje entre estrellas es un misión dura. Saltar de una a la siguiente a la velocidad de nuestros cohetes químicos más potentes llevaría casi 100 000 años. Para cualquier alienígena que haya logrado dominar las ingentes reservas de energía y los voluminosos escudos de radiación requeridos para el vuelo espacial relativista, el tiempo del viaje todavía se mide en años (si no para ellos, al menos para los que dejan atrás).

Esto tiene consecuencias obvias (las cuales, notablemente, han escapado a la atención de la mayoría de guionistas de Hollywood). Para empezar, olvídate de “imperios” galácticos o las más políticamente correctas “federaciones”. Hace dos mil años, los romanos fundaron un imperio que abarcaba desde España hasta Irak, con un radio de aproximadamente 2000 kilómetros. Pudieron hacer esto gracias a la organización e ingeniería civil. Todos esos caminos (por no mencionar el Mediterráneo) permitían a las tropas moverse a alrededor de unas pocos kilómetros por hora. Incluso los rincones más recónditos de los dominios romanos podían alcanzarse en meses o menos, o aproximadamente un uno por ciento de la vida media de un legionario. Tenía sentido llevar a cabo campañas diseñadas para mantener unido un extenso tejido social cuando hacer tal cosa requiere sólo un uno por ciento aproximadamente de tu vida.

En el siglo XIX, los barcos de vapor y ferrocarriles incrementaron la velocidad de desplazamiento de las tropas en un factor de diez, lo que extendió el radio de control en una cantidad similar. Los británicos podían gobernar un imperio que abarcaba todo el mundo.

Pero aquí está el truco: Incluso si pudiésemos mover gente a casi la velocidad de la luz, esta “regla del uno por ciento” estaría limitada a nuestra capacidad para intervenir con efectividad – nuestro radio de control – a distancias menores de un año luz, un espacio considerablemente corto incluso para la estrella más cercana a nuestro Sol. Por consiguiente, la Federación Galáctica es una ficción (por si no lo sabías). A pesar de que te advirtiesen de que los cardassianos causaban destrozos, caos y destrucción en la galaxia del Brazo de Perseo, no podrías reaccionar lo bastante rápido para afectar al resultado. Y, de todas formas, tus reclutas serían pasto de los gusanos mucho antes de llegar a las fronteras.

En otras palabras, los alienígenas no se verían las caras con nadie.

Podría hacerse un argumento similar para la comunicación. Raramente iniciamos un intercambio de información que lleve más que meses (una carta interoceánica, por ejemplo). Más generalmente, raramente iniciamos cualquier proyecto bien definido que dure más de dos o tres generaciones. Los constructores de las catedrales medievales estarían dispuestos a gastar tal cantidad de tiempo para completar sus edificios góticos , y aquellos que enterraron cápsulas del tiempo están ocasionalmente dispuestos a dejar pasar cientos de años antes de que los botes sean excavados. Pero, ¿qué pasa con un proyecto que lleva varios siglos, o posiblemente milenios? ¿Quién está dispuesto a hacer eso? Sólo la “Fundación Long Now” de Stewart Brand parece tener agallas para acometer esta empresa, proponiendo construir un reloj que se mantenga en hora durante diez mil años.

Claramente, estas simples observaciones deben tener implicaciones para SETI, el cual, como apuntamos, implica transmisiones que deben durar de cientos a miles de años. En particular, si existen señales que se están intercambiando por la galaxia con el propósito de contactar, o bien (1) los alienígenas son individuos de una longevidad mucho mayor que la nuestra, lo cual – si eres aficionado a los circuitos integrados sensibles – implica que probablemente no son biológicos. O (2) nos estamos perdiendo algo realmente importante de la física que permite comunicaciones que viajan más rápido que la luz, y los esfuerzos en señales extraterrestres no incluyen saltos de luz y ondas de radio en el espacio.

Muchos lectores elegirán, en una muestra de entrañable perversidad la según opción. Puede que tengan razón, pero eso está en contra de todo lo que conocemos. Y lo que sabemos es algo sobre lo que merece la pena bromear en tu próxima fiesta – a saber, que las escalas de tiempo para el viaje y la comunicación son demasiado largas para una interacción fácil con los seres cuyas vidas son, como la nuestra, de sólo un siglo o menos. Por lo que aunque el cosmos podría tener abundante vida inteligente – la arquitectura del universo, y no algún Primer Ministro de la Flora Estelar, ha asegurado una preciosa pequeña interferencia de una cultura con otra.


Autor: Seth Shostak
Fecha Original: 6 de diciembre de 2007
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Fuente: Ciencia Kanija

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