¿Sería posible un sistema planetario como el nuestro en las proximidades del centro de la Galaxia, de la Vía Láctea? Y de ser así, ¿sería ese ambiente compatible con la vida? ¿Cómo se observaría desde las inmediaciones?
Nuestro acceso observacional al centro de nuestra galaxia está limitado por el hecho de que el plano de la misma contiene una cantidad de polvo que, aunque muy poco denso, dada las extraordinarias distancias (unos 25,000 años-luz, o una cuarta parte de un trillón de kilómetros). Este material absorbe la luz de manera diferencial, mostrando "apetito" por los fotones más energéticos del espectro visible (los más azules). A pesar de ello, con instrumentación adecuada podemos escudriñar qué se esconde tras estas nubes de material, qué hay en junto al inmenso agujero negro central que domina gravitacionalmente a nuestra galaxia .
Y lo que hay son estrellas. Un ingente número de ellas. Cientos, miles o decenas de miles de estrellas por año-luz cúbico. Estrellas azules, muy masivas, junto a un grandísimo numero de estrellas de tipo solar y mucho menos masivas que el Sol (aproximadamente un 90% de todas las estrellas tienen menos masa que nuestra estrella). Tan juntas llegan a estar que se afectan directamente las unas a las otras: por acción gravitacional, jugando un curioso juego de billar, o por los intensos vientos estelares.
A menos de 100 años-luz del centro de la Galaxia (localizado a 25,000 años-luz de la Tierra) se encuentra una de las asociaciones estelares más jóvenes, masivas y compactas: el cúmulo de Arches. Unas 150 estrellas pertenecientes a esta asociación se encuentran entre las más brillantes de toda la Galaxia. La imagen fue tomada con el Hubble Space Telescope y su cámara infrarroja NICMOS, capaz de penetrar el material interestelar presente entre nosotros y el centro galáctico. Crédito NASA, ESA y D. Figer. Imagen en alta resolución.
En este exótico ambiente, es posible que una fracción significativas de ellas pudieran formar sistemas planetarios. Después de todo, los planetas se forma a partir del material presente en discos circunestelares , y éstos son subproductos normales de los procesos de formación estelar. Sin embargo, la promiscuidad en la que habitan estas cohortes de estrellas es tal que tal vez el proceso de formación planetario se vea afectado por las estrellas compañeras. Los intensos vientos pueden arrancar literalmente el material circunestelar; los intensos campos de radiación energética provenientes de las estrellas calientes pueden implicar las mismas consecuencias; pases cercanos de otras estrellas pueden conllevar la destrucción del disco ; o, mucho peor, la evolución estelar puede dictar sus leyes.
Sí, el gran número de estrellas muy masivas implica que cada pocos cientos o miles de años (irrelevante desde el punto de vista de las escalas temporales implicadas en evolución estelar) alguna de ellas se autodestruya en una explosión de supernova, al haber consumido todas sus fuentes energéticas (fusiones termonucleares en el interior estelar) que sostiene su material. Así, el núcleo central colapsa de manera súbita y las capas más externas son expelidas a velocidades extraordinarias. La Némesis de los cercanos sistemas protoplanetarios se acerca: el frente de choque barre literalmente todo el material de las estrellas cercanas, menos masivas, destruyendo toda subsecuente posibilidad de crear planetas.
Aunque el sistema resista, bien porque los planetas ya se hayan formado y puedan conservar sus atmósferas, bien porque la estrella se encuentre los suficientemente distante como para que el choque no sea lo suficientemente violento como para destruir los discos protoplanetarios, el letal efecto de la radiación tendrá sus consecuencias . Rayos gamma y X de alto poder energético (incluso la radiación ultravioleta), o partículas elementales con altísima velocidad esterilizarían, literalmente, el planeta. En efecto, una belleza terrible la del centro de la Galaxia. De hecho, en nuestro propio Sistema Solar, incluso en la atmósfera terrestre, podemos sentir las reverberaciones de las explosiones de rayos gamma (RGB) que son el resultado de algunos de los eventos más energéticos que existen en el Universo. Afortunadamente para nosotros, se encuentran demasiado lejos como para afectarnos, lo cual no sería cierto de llegar a producirse un estalido de una supernova en las proximidades del Sol.
Montaje de fotografías del cúmulo globular M4, tomadas con el telescopio de 0.9 metros de Kitt Peak nacional Observatory (arriba) y con el instrumento WFPC2 a bordo del HST (unas 20 horas de tiempo de exposición para la de la izquierda y unas fantásticas 178 horas para la mostrada a la derecha). M4 está localizado a unos 5,600 años-luz de la Tierra, y contiene un elevado número de estrellas poco masivas, incluyendo enanas blancas, lo que ha permitido daar la edad del cúmulo de manera muy precisa, 12-13 millones de años. Crédito de las imágenes: NASA, ESA y H. Richer (imagen del HST) y NOAO/AURA/NSF. Imagen en alta resolución.
En el extremo opuesto, tanto en localización como en evolución, se encontrarían los cúmulos globulares . Densas asociaciones estelares, que incluyen también miles de miembros, se caracterizan por encontrarse lejos del plano de la galaxia y por el tipo de población que contiene, estrellas rojas y poco masivas, indicación clara de que se trata de sistemas muy viejos, de hasta 10,000 millones de años.. Sin embargo, sus densidades son también mucho más altas que el entorno solar. Así, en cuatro años-luz solo hay una estrella, el propio Sol, cuando los cúmulos globulares tienen tamaños de ese orden de magnitud. La visión desde allí tiene que ser fascinante: un cielo verdaderamente cuajado de estrellas, como un tapiz que a penas deje huecos en su entramado. Habría también alguna nebulosa planetaria dominado el cielo, el glorioso y más tranquilo final de las estrellas de masa intermedia, cubriendo una gran parte del mismo. Como penalización, los hipotéticos habitantes de este planeta no tendrían acceso al resto del universo: los hermanos de su estrella ocultarían en la práctica el resto de la galaxia y, por supuesto, la realidad extragaláctica.
La nebulosa planetaria NGC2440, localizada a unos 4,000 años-luz de la Tierra, y que contiene en su centro la enana blanca más caliente conocida hasta el momento, con una temperatura superficial de unos 200,000 grados centígrados. Crédito NASA, ESA, y K. Noll. Imagen en alta resolución.
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