"El Cosmos está constituido por todo lo que es, lo que ha sido o lo que será" Carl Sagan

23 septiembre 2008

¿El final de la Cosmología? - Parte 5 (Final)

Continuación del artículo de Lawrence M. Krauss y Robert J. Scherrer publicado en la revista Scientific American del 25 de febrero de 2008.

Solos en el vacío

¿No hay ninguna manera por la cual nuestros descendientes puedan detectar un universo en expansión? Un efecto revelador de la aceleración podría permanecer de hecho dentro de nuestro horizonte observacional, por lo menos de acuerdo a la comprensión actual de la relatividad general. Así como el horizonte de eventos de un agujero negro emite radiación, también lo hace nuestro horizonte de eventos cosmológico. Con todo, la temperatura asociada con esta radiación es inmensurablemente pequeña, cerca de 10-30 grados kelvin. Incluso si los astrónomos son capaces de detectarla, probablemente la atribuirían a alguna otra fuente local, mucho más grande, de ruido.

También podría suceder que observadores en el futuro se plantearan la ambiciosa meta de enviar sondas más allá de la supergalaxia como puntos de referencia para detectar una posible expansión cósmica. Parece inverosímil que se les ocurriera hacer algo así, pero aunque ese fuera el caso tomaría miles de millones de años como mínimo para que la sonda alcance el punto donde la expansión afecte perceptiblemente la velocidad y, además, la sonda necesitaría una producción de energía comparable a la de una estrella para comunicarse con sus constructores desde una distancia tan grande. Que los presupuestos científicos del futuro puedan financiar tal corazonada es improbable, por lo menos si nos guiamos por nuestra propia experiencia.

De esta manera es probable que la predicción de los observadores del futuro sea que el universo termina en última instancia en una gran contracción localizada o big crunch, más bien que en la expansión eterna producto de la constante cosmológica. Su universo finito terminará con una explosión en vez de con un gemido (*).

De forma inexorable nos vemos conducidos a una conclusión muy extraña. La ventana durante la cual los observadores inteligentes pueden deducir la verdadera naturaleza de nuestro universo en expansión puede ser de hecho muy corta. Algunas civilizaciones pueden contar con archivos históricos muy antiguos y este mismo artículo podría formar parte de uno —si es capaz de sobrevivir a miles de millones de años de guerras, supernovas, agujeros negros y otros innumerables peligros—. Si le creerán es otro tema. Las civilizaciones que no cuenten con tales archivos pueden estar condenadas a ignorar para siempre el big bang.

¿Por qué el universo presente es tan especial? Muchos investigadores sostienen que la existencia de la vida brinda un efecto selectivo que podría explicar las coincidencias asociadas con el tiempo actual [ver "The Anthropic Principle", por George Gale; Scientific American, diciembre 1981]. Nosotros extraemos diferentes enseñanzas de nuestro trabajo.

Primero, es muy probable que ésta no fuera la primera vez que se haya perdido información sobre el universo a causa de una expansión acelerada. Si hubo un período de inflación en el principio del universo, entonces la rápida expansión durante esta era hizo que casi todos los detalles de la materia y energía preexistentes quedaran fuera de lo que ahora es nuestro universo observable. De hecho, una de las motivaciones originales de los modelos inflacionarios era librar al universo de molestos objetos cosmológicos como los monopolos magnéticos, que alguna vez pudieron haber sido muy abundantes.

Pero más importante es que aunque por cierto tenemos la suerte de vivir en un momento en que todos los pilares observacionales del big bang son detectables, podemos considerar que otros aspectos fundamentales del universo son hoy inobservables. ¿Qué hemos perdido ya? En vez de estar autosatisfechos, debemos sentirnos humildes. Quizás algún día encontremos que nuestra actual comprensión del univeso, tan cuidadosa y aparentemente completa, es muy defectuosa.

(*) Alusión al verso final de Los hombres huecos, de TS Eliot.

Volver a la cuarta parte.

Vía: El Sofista

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