Una de las posibles soluciones que ha sido presentada en la conferencia climática de la ONU.
Autor de la traducción: Miguel Artime
Mientras que las grandes naciones se inquietan por el carbón, el petróleo y el calentamiento global, uno de los países más pequeños en acudir a la conferencia climática de la ONU observaba al cielo en busca de energía.
Muchas de las soluciones propuestas parecen ideas absurdas, pero una de ellas cuenta con el respaldo del Pentágono. Enormes baterías de satélites solares que enviasen haces de energía hacia la superficie de la Tierra para obtener “energía asequible, limpia, segura, constante, sostenible y extensible a toda la humanidad”.
Tommy Remengesau Jr. presidente de una pequeña nación del Pacífico occidental llamada Palaos (oficialmente Beluu er a Belau en palauano y Republic of Palau en inglés), también está interesado en la idea.
El ministerio de defensa de los EE.UU. cree que mediante este método se podría obtener buena parte de la energía necesaria en las operaciones militares globales efectuadas por el ejército estadounidense. Podría hacerse ya con la tecnología de la que disponemos, dicen los expertos, pero el costo prohibitivo de elevar miles de toneladas de equipamiento hacia el espacio lo hace inviable.
Aquí es donde Palaos, un archipiélago de islas diseminadas, habitado por apenas 20.000 personas, entra en acción.
En septiembre de este mismo año, el empresario estadounidense Kevin Reed propuso durante el 58 Congreso Internacional Astronaútico en la Hyderabad, la India, que la Isla deshabitada de Helen en Palaos, sería un punto ideal para realizar una pequeña demostración del proyecto. Una “antena rectificadora” (o rectena) de 80 metros de diámetro recibiría 1 megavatio de energía transmitida a tierra desde un satélite que orbitase a 480 kilómetros sobre el planeta.
Con esa energía se podría abastecer el consumo de 1.000 hogares, pero en esa isla vacía la intención del proyecto sería simplemente comprobar su nivel de seguridad para el resto del mundo.
Reed espera que un consorcio entre EE.UU., Suiza y Alemania comience a fabricar los paneles solares ultraligeros dentro de dos años, y creen que para atraer a inversores interesados en el proyecto, lo mejor es poder demostrarles la tecnología: vehículos de lanzamiento, satélites y medios de transmisión. Las estimaciones hablan de unos costes de 800 millones de dólares, y podría estar completado ya en 2012.
Reed trata de convencer al gobierno de Palaos, que hasta el momento se muestra muy receptivo. La energía captada por las baterías de paneles solares, se transmitiría a Tierra en forma de microondas, y una vez llegase a la rectena podría convertirse a electricidad que pudiera utilizarse directamente.
Los satélites de órbita baja, como los propuestos para Palaos, pasarían sobre la isla cada 90 minutos más o menos, transmitiendo energía a la rectena durante tal vez cinco minutos, lo cual requeriría la presencia de baterías de almacenaje de largo plazo o el empleo inmediato de la misma.
Hasta el momento, la mayoría de los estudios de esta clase se centraban en satélites geoestacionarios que orbitasen la Tierra desde 36.000 kilómetros siempre sobre la misma localización, lo que le permitiría un flujo constante de energía.
La escala de esta ensoñación es enorme; la Nasa estudia crear matrices de paneles solares con un tamaño de 4,8 x 9,6 kilómetros, transmitiendo energía a rectenas con un tamaño similar en la Tierra. Cada uno de estos mega-orbitadores produciría 5 megavatios de potencia, más del doble de la obtenida por la Presa Hoover.
¿Serían seguros estos haces?
Patrick Collins de la Universidad Azabu en Japón, que participó en los estudios realizados por el gobierno nipón en energía espacial, cree que un haz de baja potencia, a causa de su amplitud, podría de ser igual de peligroso que la energía que emana por la puerta de un microondas. Los haces enviados por los satélites gigantes probablemente deberían seguir unas medidas de precaución, por ejemplo establecer zonas libres de navegación aérea y áreas deshabitadas en el suelo en las zonas de recepción.
El coste cada vez más elevado del petroleo y el miedo al calentamiento global, llevarán a que la gente observe a la energía espacial de forma más seria. Las implicaciones prácticas con respecto al calentamiento global son muy claras, básicamente se obtiene energía ilimitada libre de carbono. Lo único que hay que conseguir es que el proceso sea eficiente a nivel de costos. Puede sonar a ciencia ficción, pero los expertos creen que para comienzos del siglo que viene (tal vez primero), no será extraño conseguir grandes caudales energéticos desde el espacio.
Fuente: astroseti
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