¿Vale la pena buscar criaturas inteligentes en mundos invisibles?
Autor del artículo: Seth Shostak. SETI Institute
Autor de la traducción: Manuel Hermán Capitán
Es una apuesta arriesgada que gasta dinero y tal vez nunca se pague. Por tanto, ¿buscar criaturas inteligentes en mundos invisibles, vale la pena? Después de todo, ¿No hay mejores formas de usar nuestros recursos técnicos y económicos que intentar encontrar algo que sólo se supone que existe: seres pensantes en las oscuras profundidades del espacio?Esta es una cuestión que sale a la superficie más que un pez muerto. “¿Por qué debería gastar mis preciosos dólares en SETI cuando hay tanta gente sufriendo en el mundo?”
Esto merece una respuesta.
Para empezar, permítame aclarar un malentendido técnico. Como muchos lectores saben, SETI no se paga con los dólares de tus impuestos. Al menos, no si estás en los Estados Unidos (donde se lleva a cabo la mayoría de SETI). Desde 1993, cuando el Congreso acabó con el programa NASA-SETI, la búsqueda de señales de otras sociedades ha estado patrocinado por donaciones privadas. Para ser sincero, incluso antes de esa fecha, la cantidad de impuestos que estaban ligados a SETI era aproximadamente de 3 céntimos por persona y año. Pero no vamos a hablar sobre si era una pesada carga o no: los hechos son que actualmente es cero. Si no quieres contribuir a SETI, entonces no te cuesta nada.
La pequeña verdad, sin embargo, apenas silencia las críticas. Ven a los donantes de SETI, y se preguntan en voz alta por qué esa gente no extiende sus cheques para la investigación médica, ayuda exterior, u otros programas humanitarios.
En otras palabras, la súplica de los críticos es que pongamos todo nuestro dinero donde están las bocas de nuestro colectivo.
Bueno, tal circunstancia nunca ha sido el caso y nunca debería serlo.
Dr. Seth Shostak
© Unione Astrofili Italiani
Un breve vistazo a la historia demuestra que, incluso cuando la gente está muriendo de hambre rutinariamente en las calles, algunas fracciones de los recursos de ciertos países civilizados han ido a buscar nuevas cosas, o crear nuevas cosas. Los donantes y mecenas siempre gastarán dinero en actividades que, cuando las analizamos en su nivel más básico es “inútil para la sociedad”. Lo hacen por muchas razones, mejorar su imagen, amor por el ballet búlgaro, o tal vez sólo un deseo de salvar a las nutrias de agua dulce. Pero lo que hay detrás de esto: si das tu dinero para la asociación local del corazón, tal vez es porque eres un perfecto altruista. O tal vez, profundizando más, te imaginas que podría ayudarte a ti o a tu familia a largo plazo. En cualquier caso es algo bueno desde el punto de vista de la sociedad.
Sí, pero ¿”bueno” no es algo relativo? ¿No debería haber un cálculo de coste-beneficio aquí? ¿No deberían los filántropos optar por el proyecto de coste más efectivo, en términos de mejora social? Eso puede sonar bien, pero incluso dejando aparte temas del libre albedrío, tal argumento lleva a un sucio combate entre lo que es importante y lo que no. Y a veces lo que no es importante hoy se convierte en importante mañana.
Consideremos algunos ejemplos. En Italia a principios del siglo XVII, los miembros de la familia Medici, Ferdinand y Cosimo, invirtieron una subvención regular en un ambicioso académico de Paduva, Galileo Galilei. El chico encontró unas manchas en el Sol y lunas alrededor de Júpiter. Se podría haber comprado varias comidas con ese dinero. Pero el trabajo de Galileo dio un vuelco a nuestra visión del mundo demostrando que Copérnico estaba en lo cierto. Me alegro de que tuviese esos florines.
Doscientos años más tarde, el Emperador José II de Austria aportó algunas monedas para patrocinar a Wolfgang Mozart. ¿Fue una buena idea? Mozart sólo escribía música, por el amor de dios. No te puedes comer la música (a menos que seas una cabra). Pero puedes darte un festín con ella, y yo lo hago.
Tenemos también analogías con SETI en los primeros años del siglo XX: Los múltiples intentos de penetrar en el corazón de la Antártica y alcanzar el Polo Sur. Los principales hombres que lideraron esas empresas en el letal paisaje del fin del mundo, Shackleton, Scott, y Amundsen, lo hicieron aproximadamente por las mismas razones que motivan cualquier ambición: avance en la carrera, gloria, aventura, o simplemente demostrar que tienes lo que hay que tener en la zona blanca. Pero no estamos hablando de sus motivaciones: estamos preguntando porqué alguien patrocinaría a estos chicos. Los tres recibieron donaciones individuales. James Caird, un rico fabricante de Dundee, dio a Shackleton una considerable suma de dinero; el magnate del acero William Beardmore patrocinó a Scott en su primera expedición; y Lincoln Ellsworth, hijo de un empresario estadounidense, extendió los cheques de Amundsen.
Apenas hay misterio sobre porqué estos ciudadanos enviarían exploradores a unos dominios que sólo ofrecían congelación y algo de orgullo nacional como pago. Sí, estaban allí por la imagen, la fama les impregnaría si alguno de sus chicos regresaba, (sólo Beardmore parece que esperaba sacar beneficio). Pero estos patrocinadores, como sus protegidos, estaban también guiados por la curiosidad, un interés inherente por la exploración, por aprender sobre lo desconocido. Querían conocer qué había allí fuera. Para estas gentes, personas que no podrían sobrepasar las fronteras por sí mismos, era una exploración por poderes.
Por esto, y tal vez demasiado obviamente, no es inevitable un reembolso financiero. Pero tampoco lo es en las nuevas curas, nuevos productos o incluso en el alivio del sufrimiento. Como dijo una vez Richard Feynman sobre la física, “es como el sexo. Está claro, puede tener algunos resultados prácticos. Pero no lo hacemos por eso”.
Y, realmente, creo que lo mismo se cumple para la búsqueda de una señal desde las estrellas. Los patrocinadores de SETI no ponen su dinero sobre la mesa por ventajas nacionales o comerciales. No están deseando que hagamos proselitismo de los “aliens”, ni esperan una oportunidad para darse golpes en el pecho con satisfacción si los encontramos. Y aunque siempre está la posibilidad de que aprendamos cosas maravillosas de una transmisión interestelar, SETI habla a la necesidad de la quintaesencia humana incluso sin esa zanahoria, la búsqueda del conocimiento. Es más: saber cómo encajamos. ¿Cuál es nuestra parte en el enorme tapete cultural que sospechamos que enhebra los campos de la galaxia?
¿Somos verdaderamente especiales biológica o intelectualmente? Un silbido de radio desde el cosmos respondería esta pregunta. Incluso si un descubrimiento desinflase nuestro ego, aún así sería increíblemente interesante saberlo. La ignorancia no es la felicidad, es sólo ignorancia. Cuando Copérnico argumentó que nuestra visión de un universo centrado en la Tierra era pueblerino y equivocado, abrió una puerta en una casa mal ventilada. SETI podría abrir cada ventana de ese lugar.
Como dijo el tecnólogo Paul Allen mientras encargaba los primeros elementos del nuevo telescopio que llevará su nombre, “Me gusta llamar a SETI la mayor de las apuestas. Pero si este conjunto recoge una señal, sería algo sorprendente, un evento que cambiaría la civilización”.
Seguramente, eso merece la pena.
Fuente: astroseti
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